Porque ya casi no nos queda tiempo, necesitamos todo el tiempo del mundo. Bajo esta aparente contradicción vive el rebelde en la era del ocio alienado, el chaval jodido por todo y que ya no se contenta con casi nada, aquellos otros viejos ladrones del tiempo perdido y casi olvidado, los que aman la literatura pero detestan la mugre literaria; pero también los deleznables intelectuales y los artistas atrapados en su cosificación cultural...de esta manera nació hace un año el Instituto del tiempo (...)