La toxina “cantarella”, usada frecuentemente en Italia durante el Renacimiento, debe su origen al hecho de que los árabes ya habían logrado elaborar un “arsénico inodoro y transparente”, para hacer los asesinatos más difíciles de detectar, pero a los Borgia se les ocurrió la idea de mezclar aquel arsénico con las tripas de un cerdo. Tras la muerte del animal, colocaban las tripas en una vasija y le añadían el arsénico; la mezcla la dejaba pudrir durante treinta días de reposo y de aquella putrefacción se (...)