El monóxido de carbono no provoca una muerte rápida, más bien lenta pero efectiva. Es un gas sin olor ni color y es extremadamente peligroso, por eso se le llama el asesino silencioso. En caso de intoxicación, el CO2 sustituye al oxígeno en el organismo, ya que su afinidad para mezclarse con la sangre es 250 veces superior. La víctima sólo notará un dolor de cabeza seguido de náuseas, vómitos, mareos, debilidad, presión pectoral y confusión. Lo más probable es que se duerma antes de morir, pero si (...)